8.6.15

Hola, Santiago

Hola, Santiago. Qué raro decirte Santiago: hola, Rata. Hola, manito. Hola.

He querido escribirte desde que moriste. Justificaciones para no hacerlo podría darte miles; lo cierto es que no sabía cómo decirte las cosas que de verdad quiero decirte, que son muchas. Durante estas dos semanas he ido registrando en mi cuadernito ideas al aire que así, sueltas, no tienen mucho sentido; las anoté para no perderlas, creyendo que en algún momento podría ordenarlas dignamente. Por ejemplo, en tu funeral, escribí: “todo el amor y toda la tristeza del mundo”. Con caligrafía lenta, pesada, cuando me enteré de tu muerte escribí: “hasta que nos volvamos a encontrar”; con grafías veloces, un poco desesperadas, hay otro texto de la madrugada después de tu velorio: “Quiero pedirte que al menos regreses a contarnos qué hay del otro lado”. Así tengo guardadas decenas de frases sueltas que ni siquiera yo entiendo muy bien. Supongo que en el fondo estoy otra vez intelectualizando (como tantas veces tú y yo, medio borrachos, intelectualizamos tantas otras cosas…), y que esas frases inconexas son muchas versiones distintas de una sola cosa: no entendemos (hablo en plural porque sé que somos muchos, y sé que de todos ellos yo no soy ni el más importante ni el más triste), no entenderemos nunca que este mundo siga girando sin ti encima, como si este universo no fuera un lugar un poco más solo desde que tú te fuiste.

No sabía cómo empezar a escribirte, pero hoy en la mañana encontré un texto que nunca había leído; es de un escritor que se llama Henry Scott Holland, de quien nunca había oído hablar. Leí ese párrafo una, dos, veinte veces. Hace dos semanas que quiero escribirte, y no hay día que no piense en cómo empezar a ordenar las frases que tengo desvencijadas, porque quiero ser digno de decirte algo, de hacerte un homenaje mínimo; pero fue este texto pequeñísimo el que me empujó a hacerlo por fin, porque ahora siento no que quiero escribirte, sino que debo responderte. Verás: la última frase para ti en mi libreta es esta: “¿Qué significa todo esto, qué significa todo esto si tú tuviste que irte antes?”; el texto de Holland:


Sé que este párrafo lo escribió un escritor para mí desconocido. Pero al leerlo por primera vez sentí que de algún modo esa hubiera sido tu respuesta si yo te preguntara directamente qué significa todo esto. Que tú me hablaste con esta frase antes de que yo pudiera pronunciar palabra. Quizá, después de decirme esto, que "all is well", hubiéramos empezado a hablar de quién sabe qué otras cosas. Y me parece que en algún punto después de eso quizá yo podría decirte todo lo que tengo que decirte, las cosas que ahora no sé cómo empezar a escribir.

De esa hipotética conversación, que sucederá algún día, pronto o dentro de mucho, por ahora sólo me siento capaz de rescatar una frase que anoté en mi cuadernito la noche de tu muerte: “de este lado te vamos a estar buscando siempre, aunque sepamos que no podremos encontrarte nunca, que nunca nadie serás tú. Y eso está bien.”

Así que de aquí a que nos encontremos de nuevo: hola, Santiago. Hola, Rata. Hola, manito. Espéranos en la esquina. Sabremos reconocer tu rostro. Sabremos reconocer tu rostro siempre.